Servicio Informativo de la Comisión de Medios de Comunicaciones de la Diócesis de Holguín
Para ser transmitido por las Emisoras Provinciales de Holguín y Las Tunas el martes 8 de septiembre, a las 9.30 am.
8 de Septiembre de 2009
Queridos hermanos y hermanas que me escuchan, amigos todos:
Se acerca el año 2012 en el que, Dios mediante, celebraremos con júbilo el 400 aniversario del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad flotando sobre las aguas de la Bahía de Nipe. Ese año, por lo tanto, será un Año Jubilar para los católicos cubanos y también para Cuba, ya que la presencia de la imagen de la Virgen en el Santuario de El Cobre es una referencia que ha marcado momentos importantes en la historia de nuestro pueblo.
Hace dos semanas, cuando el sol comenzaba a asomarse sobre el horizonte, un grupo de más de 60 personas –mayormente jóvenes– estaba en la orilla del mar en la Bahía de Nipe. Allí, sobre la explanada de la antigua ermita, presidí la celebración de la Santa Misa con los Obispos de Cienfuegos y de Guantánamo-Baracoa que, unidos a representantes de sus respectivas provincias, venidos de Camagüey, Ciego de Ávila, Bayamo, La Habana y Holguín, se disponían a iniciar “La Ruta de la Virgen”.
Durante cinco jornadas de camino recorrieron a pie el mismo itinerario que, en aquellos años del comienzo del Siglo XVII, hiciera la pequeña imagen de la Virgen, de acuerdo al testimonio ofrecido por Juan Moreno quien, junto a Juan y Rodrigo Hoyos, recogieron la imagen que flotaba sobre las aguas “para traerla con ellos a su casa” (cf. Jn. 19,27).
En la primera jornada caminaron de la Bahía de Nipe hasta Cueto. Al día siguiente hasta Alto Cedro e hicieron una parada en Barajagua, donde la historia enseña que se le construyó el primer templo en suelo cubano. El tercer paso del peregrinar fue de Alto Cedro hasta Mella y, de allí, en el cuarto día, llegaron a Palma Soriano para concluir, con el quinto paso, desde Palma hasta El Cobre, entrando por el Camino Viejo que es un desvío que la carretera hace en un poblado llamado Hongolosongo. ¡Qué hermosa y sentida experiencia!.
El Obispo de Guantánamo llevaba sobre su mochila la bandera cubana, una joven portaba una linda estampa de la Virgen impresa sobre un tejido de vinil, lo que permitía que pudiera mojarse –como así fue por la fuerte lluvia del primer día– y no se estropeara. Todos rezaban y cantaban con la mirada del rostro fija en la meta de aquel trayecto de casi 120 kilómetros que era la Casa de la Virgen y de toda la gran familia cubana: el Santuario del Cobre y, a la vez, con la mirada del corazón puesta en la imagen de la Virgen –Madre, Patrona y Reina de Cuba– que nos presenta en sus manos a Jesús, su Hijo, Salvador y Esperanza del mundo mostrándonos el signo de la Cruz, signo distintivo en el que se fundamenta la verdadera esperanza, la que no defrauda (Rom. 5,5), la que nos hace esperar siempre y a pesar de todo, ya que en la cruz murió Jesús para darnos la Vida nueva en Él, a partir del mismo momento de su Resurrección.
Al conversar con los peregrinos una de las expresiones que más repetían era: “¡cómo nos acogían las personas cuando pasábamos por los caseríos o los pueblos!”, “¡con qué cariño nos saludaban!”, “¡cómo nos animaban para que continuáramos a pesar del cansancio y de las ampollas en los pies!”, “¡cómo nos decían: cuando lleguen al Cobre recen por nosotros!”.
Y, en silencio, al escuchar a los jóvenes caminantes, yo pensaba: ¡qué bien uno se siente cuando es acogido por otra persona; o cuando uno toca en una puerta para hacer una pregunta y quien te abre, te dice: “pase, entre, siéntese”, o, también, cuando al llegar a un pueblo uno se detiene y averigua por una dirección y, en muchas ocasiones, la persona le contesta: “venga conmigo que yo lo llevo hasta allí mismo”. Ser acogedores es uno de los grandes regalos que Dios nos dio a los cubanos. Y eso fue lo que hicieron “los tres Juanes” con la imagen de la Virgen: “la acogieron” y lo hicieron con cariño, con respeto, con devoción porque era un signo religioso.
Esa acogida es la que en tantos hogares y en tantas familias le brindan, en estos y en los próximos días y semanas, a la estampa de la Virgen de la Caridad que la Iglesia les ofrece, para colocarla en un lugar específico de la casa porque es la Madre que nos cuida y protege, tal como hizo con Jesús, su hijo. Y ese gesto de acogida no lo hacen por cumplido, para quedar bien, sino que esa acogida es la expresión filial y confiada porque sabemos que la Virgen nos ampara y nos bendice. Por eso, muchas veces decimos: “La Caridad nos une”.
¡Cuántas personas uno encuentra que quisieran ir al Cobre, pero, la salud de los que están enfermos o ya son ancianos, o la distancia a recorrer porque queda lejos, o las dificultades en el transporte o el hospedaje hace que se postergue el deseo y, muchas veces, se desista del mismo!. Entonces, uno dice: “No puedo ir al Cobre, pero tengo la imagen de la Virgen en mi casa y allí, sintiendo el calor de su presencia espiritual, hago mis oraciones, le presento mis súplicas, le ofrezco flores o le enciendo una vela, y lo hago con devoción religiosa porque Ella representa a la Madre del Hijo de Dios, porque Ella es nuestra Madre!.
Fijémonos en una página del Evangelio. En el difícil y decisivo momento de la crucifixión de Jesús, leemos (Jn. 19,27): “Jesús, al ver a su Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a éste: Ahí tienes a tu madre. Y añade: “y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa”. Ese discípulo era un joven, Juan, quien correspondió a la solicitud de Jesús y, por eso, acogió a María como a su propia madre. ¿Qué fue lo que hizo el jovencito Juan Moreno cuando vio flotando sobre la espuma del agua aquello que no distinguió bien, tal como lo expresó en su declaración?. Hizo lo mismo que el apóstol Juan al pie de la cruz: la acogió en la canoa y la trajo a tierra para, finalmente, acogerla en su casa. Y esa casa es, hoy, el Santuario de la Virgen en El Cobre.
Por eso, al prepararnos a la celebración jubilar de este acontecimiento que, indudablemente, marcó la historia de Cuba, estamos invitados a hacer lo mismo: acoger en nuestros corazones la presencia maternal de María, como mujer creyente, como elegida de Dios, como madre espiritual y, a Ella, confiarle todo aquello que deseamos y necesitamos porque sabemos que intercede por nosotros y Ella siempre nos va a llevar a Jesús.
Queridos hermanos y hermanas que me escuchan, hoy es el día de la Fiesta de la Virgen de la Caridad. El año pasado, un día como hoy, sufrimos la embestida del huracán Ike y las tristes y dolorosas consecuencias que nos dejó, tanto en cosechas, industrias, centros de servicio, … y, de manera especial, en aquellas personas que perdieron su casa o sufrieron daños de consideración que aún no han sido totalmente superados.
Ha sido –y aún es en la vida y en la memoria– una experiencia de la que estamos llamados a extraer enseñanzas, no sólo en cuanto al comportamiento a tener de acuerdo a la llamada “cultura ciclónica”, sino también, desde el punto de vista religioso, espiritual, como hombres y mujeres que confiamos en el Amor de Dios y lo vivimos y expresamos en una comunidad cristiana.
Tenemos que reconocer que hemos aprendido, por eso, nuestros mayores decían: “los golpes enseñan”. Les invito a no recordar sólo el acontecimiento en su faceta dolorosa, hagamos también memoria de los múltiples gestos, iniciativas, actitudes, posturas que tuvimos a partir de la noche de la vigilia y que hemos conservado a lo largo de todo un año. ¡Eso también es crecer en humanidad sabiendo que, muchas veces, la dosis de sacrificio, renuncia y entrega que conlleva un gesto a favor del prójimo, tiene como manantial la experiencia de saber que Dios nos ama y que nosotros estamos llamados a prolongar ese amor en tantos y tantos que lo necesitan!.
Esa caridad –vivida como virtud cristiana– también nos une y nos identifica como creyentes y como cubanos. Por eso, decir Virgen de la Caridad es igual que decir Virgen del Amor.
Antes de despedirme hasta la próxima oportunidad que tenga para dirigirles un nuevo mensaje de fe, de cariño, de esperanza en el amor de Jesucristo, el hijo de María, nuestro Salvador, quisiera que prestaran atención a la letra de la canción que sirve de fondo musical. Narra el sentimiento de un poeta repentista que sintió la necesidad de ir al Cobre en nombre de su familia y en nombre de su mamá para darle gracias a la Virgen por el favor recibido. Recemos en silencio a la vez que escuchamos esta canción con un típico ritmo cubano.
Los invito a participar en las celebraciones y procesiones de este día en las Comunidades de la Diócesis. Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre +, Hijo +, y Espíritu + Santo descienda sobre todos ustedes, sobre sus familias y sobre Cuba y nos acompañe siempre.
Amén.
¡La Caridad nos une! ¡ A Jesús por María ! ¡ Virgen de la Caridad del Cobre, ruega por nosotros !
Colaboracion de Josefina Rodriguez.
Foto Cortesia de Frank Llauro. Imagen de la Caridad del Cobre en la Catedral de San Isidoro de Holguin.
Para ser transmitido por las Emisoras Provinciales de Holguín y Las Tunas el martes 8 de septiembre, a las 9.30 am.
8 de Septiembre de 2009
Queridos hermanos y hermanas que me escuchan, amigos todos:

Durante cinco jornadas de camino recorrieron a pie el mismo itinerario que, en aquellos años del comienzo del Siglo XVII, hiciera la pequeña imagen de la Virgen, de acuerdo al testimonio ofrecido por Juan Moreno quien, junto a Juan y Rodrigo Hoyos, recogieron la imagen que flotaba sobre las aguas “para traerla con ellos a su casa” (cf. Jn. 19,27).
En la primera jornada caminaron de la Bahía de Nipe hasta Cueto. Al día siguiente hasta Alto Cedro e hicieron una parada en Barajagua, donde la historia enseña que se le construyó el primer templo en suelo cubano. El tercer paso del peregrinar fue de Alto Cedro hasta Mella y, de allí, en el cuarto día, llegaron a Palma Soriano para concluir, con el quinto paso, desde Palma hasta El Cobre, entrando por el Camino Viejo que es un desvío que la carretera hace en un poblado llamado Hongolosongo. ¡Qué hermosa y sentida experiencia!.
El Obispo de Guantánamo llevaba sobre su mochila la bandera cubana, una joven portaba una linda estampa de la Virgen impresa sobre un tejido de vinil, lo que permitía que pudiera mojarse –como así fue por la fuerte lluvia del primer día– y no se estropeara. Todos rezaban y cantaban con la mirada del rostro fija en la meta de aquel trayecto de casi 120 kilómetros que era la Casa de la Virgen y de toda la gran familia cubana: el Santuario del Cobre y, a la vez, con la mirada del corazón puesta en la imagen de la Virgen –Madre, Patrona y Reina de Cuba– que nos presenta en sus manos a Jesús, su Hijo, Salvador y Esperanza del mundo mostrándonos el signo de la Cruz, signo distintivo en el que se fundamenta la verdadera esperanza, la que no defrauda (Rom. 5,5), la que nos hace esperar siempre y a pesar de todo, ya que en la cruz murió Jesús para darnos la Vida nueva en Él, a partir del mismo momento de su Resurrección.
Al conversar con los peregrinos una de las expresiones que más repetían era: “¡cómo nos acogían las personas cuando pasábamos por los caseríos o los pueblos!”, “¡con qué cariño nos saludaban!”, “¡cómo nos animaban para que continuáramos a pesar del cansancio y de las ampollas en los pies!”, “¡cómo nos decían: cuando lleguen al Cobre recen por nosotros!”.
Y, en silencio, al escuchar a los jóvenes caminantes, yo pensaba: ¡qué bien uno se siente cuando es acogido por otra persona; o cuando uno toca en una puerta para hacer una pregunta y quien te abre, te dice: “pase, entre, siéntese”, o, también, cuando al llegar a un pueblo uno se detiene y averigua por una dirección y, en muchas ocasiones, la persona le contesta: “venga conmigo que yo lo llevo hasta allí mismo”. Ser acogedores es uno de los grandes regalos que Dios nos dio a los cubanos. Y eso fue lo que hicieron “los tres Juanes” con la imagen de la Virgen: “la acogieron” y lo hicieron con cariño, con respeto, con devoción porque era un signo religioso.
Esa acogida es la que en tantos hogares y en tantas familias le brindan, en estos y en los próximos días y semanas, a la estampa de la Virgen de la Caridad que la Iglesia les ofrece, para colocarla en un lugar específico de la casa porque es la Madre que nos cuida y protege, tal como hizo con Jesús, su hijo. Y ese gesto de acogida no lo hacen por cumplido, para quedar bien, sino que esa acogida es la expresión filial y confiada porque sabemos que la Virgen nos ampara y nos bendice. Por eso, muchas veces decimos: “La Caridad nos une”.
¡Cuántas personas uno encuentra que quisieran ir al Cobre, pero, la salud de los que están enfermos o ya son ancianos, o la distancia a recorrer porque queda lejos, o las dificultades en el transporte o el hospedaje hace que se postergue el deseo y, muchas veces, se desista del mismo!. Entonces, uno dice: “No puedo ir al Cobre, pero tengo la imagen de la Virgen en mi casa y allí, sintiendo el calor de su presencia espiritual, hago mis oraciones, le presento mis súplicas, le ofrezco flores o le enciendo una vela, y lo hago con devoción religiosa porque Ella representa a la Madre del Hijo de Dios, porque Ella es nuestra Madre!.
Fijémonos en una página del Evangelio. En el difícil y decisivo momento de la crucifixión de Jesús, leemos (Jn. 19,27): “Jesús, al ver a su Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a éste: Ahí tienes a tu madre. Y añade: “y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa”. Ese discípulo era un joven, Juan, quien correspondió a la solicitud de Jesús y, por eso, acogió a María como a su propia madre. ¿Qué fue lo que hizo el jovencito Juan Moreno cuando vio flotando sobre la espuma del agua aquello que no distinguió bien, tal como lo expresó en su declaración?. Hizo lo mismo que el apóstol Juan al pie de la cruz: la acogió en la canoa y la trajo a tierra para, finalmente, acogerla en su casa. Y esa casa es, hoy, el Santuario de la Virgen en El Cobre.
Por eso, al prepararnos a la celebración jubilar de este acontecimiento que, indudablemente, marcó la historia de Cuba, estamos invitados a hacer lo mismo: acoger en nuestros corazones la presencia maternal de María, como mujer creyente, como elegida de Dios, como madre espiritual y, a Ella, confiarle todo aquello que deseamos y necesitamos porque sabemos que intercede por nosotros y Ella siempre nos va a llevar a Jesús.
Queridos hermanos y hermanas que me escuchan, hoy es el día de la Fiesta de la Virgen de la Caridad. El año pasado, un día como hoy, sufrimos la embestida del huracán Ike y las tristes y dolorosas consecuencias que nos dejó, tanto en cosechas, industrias, centros de servicio, … y, de manera especial, en aquellas personas que perdieron su casa o sufrieron daños de consideración que aún no han sido totalmente superados.
Ha sido –y aún es en la vida y en la memoria– una experiencia de la que estamos llamados a extraer enseñanzas, no sólo en cuanto al comportamiento a tener de acuerdo a la llamada “cultura ciclónica”, sino también, desde el punto de vista religioso, espiritual, como hombres y mujeres que confiamos en el Amor de Dios y lo vivimos y expresamos en una comunidad cristiana.
Tenemos que reconocer que hemos aprendido, por eso, nuestros mayores decían: “los golpes enseñan”. Les invito a no recordar sólo el acontecimiento en su faceta dolorosa, hagamos también memoria de los múltiples gestos, iniciativas, actitudes, posturas que tuvimos a partir de la noche de la vigilia y que hemos conservado a lo largo de todo un año. ¡Eso también es crecer en humanidad sabiendo que, muchas veces, la dosis de sacrificio, renuncia y entrega que conlleva un gesto a favor del prójimo, tiene como manantial la experiencia de saber que Dios nos ama y que nosotros estamos llamados a prolongar ese amor en tantos y tantos que lo necesitan!.
Esa caridad –vivida como virtud cristiana– también nos une y nos identifica como creyentes y como cubanos. Por eso, decir Virgen de la Caridad es igual que decir Virgen del Amor.
Antes de despedirme hasta la próxima oportunidad que tenga para dirigirles un nuevo mensaje de fe, de cariño, de esperanza en el amor de Jesucristo, el hijo de María, nuestro Salvador, quisiera que prestaran atención a la letra de la canción que sirve de fondo musical. Narra el sentimiento de un poeta repentista que sintió la necesidad de ir al Cobre en nombre de su familia y en nombre de su mamá para darle gracias a la Virgen por el favor recibido. Recemos en silencio a la vez que escuchamos esta canción con un típico ritmo cubano.
Los invito a participar en las celebraciones y procesiones de este día en las Comunidades de la Diócesis. Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre +, Hijo +, y Espíritu + Santo descienda sobre todos ustedes, sobre sus familias y sobre Cuba y nos acompañe siempre.
Amén.
¡La Caridad nos une! ¡ A Jesús por María ! ¡ Virgen de la Caridad del Cobre, ruega por nosotros !
Colaboracion de Josefina Rodriguez.
Foto Cortesia de Frank Llauro. Imagen de la Caridad del Cobre en la Catedral de San Isidoro de Holguin.