La casi totalidad de los días que Nuestra Señora pasó en la tierra transcurrieron de una manera muy parecida a las jornadas de otros millones de mujeres, ocupadas de cuidar su familia, en educar a sus hijos, en las diversas tareas del hogar.
María santifica lo más menudo, lo que muchos consideran, equivocadamente como sin importancia y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia las personas queridas, las conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o amistad.
¡Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amor de Dios!
Ofrezcamos hoy a María el cuidar el trato amable y servicial con aquellas personas que nos rodean, ya sea de la familia, amistades o compañeros del trabajo.