La Rosa Blanca de Cástulo Gregorisch

Yaciendo en el suelo, el alma estrujada,
tras muchos años sin patria,
sumergido en el profundo mar de la nostalgia,
levanto la vista y encuentro una mano que me hala,
es el Apóstol de la frente ancha
que desde su cabalgadura alta,
me mira a los ojos con su dulce y firme mirada.

No pierdas la fe, me dice, libre tendrás patria,
yo no llegué a verla, no pude gozarla,
por lo que te ruego, cuando esto suceda,
y estés en sus playas,

¡De mí no te olvides,
ni de mi rosa blanca!

Cástulo Gregorisch

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