Documento publicado hoy y leido en todas las misas en Cuba:
CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA
“LA ESPERANZA NO DEFRAUDA”
Romanos 5,5
Saludo inicial
1. Queridos hermanos y hermanas: los obispos de Cuba, dentro de la
celebración del Año de la Fe, nos dirigimos a ustedes sacerdotes,
diáconos, religiosos y religiosas, a los fieles laicos y a todos los
cubanos, con el propósito de compartir esta Carta Pastoral que desea
aumentar en nuestros corazones la esperanza que debe animar a cada
persona y a cada pueblo. Esta invitación a la esperanza parte de nuestra
fe cristiana, de la buena voluntad y de la necesidad y el deber de
buscar entre los cubanos un futuro mejor para todos.
La Virgen de la Caridad nos abre un camino de esperanza
2. Al dirigirnos a ustedes en esta ocasión tenemos motivos para estar
alegres y confiados en el Señor, pues en esta búsqueda y siembra de
esperanza contamos con la presencia maternal y convocante de nuestra
Patrona, la Virgen María de la Caridad del Cobre. Todavía permanece vivo
en nuestra memoria el gozo que hemos experimentado al celebrar, en el
pasado 2012, el Año Jubilar por los 400 años del hallazgo y presencia de
su bendita imagen en medio de nuestro pueblo. Ella quiso permanecer
entre nosotros como Madre de la Caridad y Madre de los cubanos. A esta
celebración fueron invitados todos sus hijos, también los dispersos por
el mundo, que se unieron a ella de diversas maneras.
3. Con el lema
"A Jesús por María, la Caridad nos une", la Virgen María de la Caridad
una vez más nos unió, pues a lo largo de cuatro siglos "los cubanos nos
hemos encontrado siempre juntos, sin distinción de razas, clases u
opiniones, en un mismo camino: el camino que lleva a El Cobre" 1.
4.
Nunca fue más cierta esa unidad en la Caridad que en las pequeñas,
grandes y hasta multitudinarias procesiones y peregrinaciones de
cubanos que acompañaron la venerada imagen de la Virgen Mambisa en su
recorrido por toda la geografía insular. Allí se encontraban el
sacerdote y el ingeniero, el militar y el civil, el policía y el
recluso, el niño y el anciano, el campesino y el de la ciudad, el
católico y el que practica otras creencias religiosas, el funcionario
del gobierno y el que se considera opositor, la embarazada y la madre
que perdió a su hijo, el que reside en Cuba y el que vive fuera, y
muchos volvieron a hablarse, e incluso abrazarse y reconciliarse después
de años de estar disgustados y distanciados.
5. Nuestra Madre de
la Caridad nos acogió a todos y nos cobijó con su manto, recogió las
plegarias dichas a viva voz y las que quedaron en el silencio del alma, y
todas las presentó a su Hijo Jesucristo. Al igual que hizo el apóstol
san Juan al pie de la Cruz, también nosotros la hemos acogido a ella,
como madre, en nuestro corazón y en nuestra casa (Jn. 19,27).
La visita de dos Papas marca nuestra historia con un signo de esperanza
6. Otros dos acontecimientos de profundo sentido religioso han marcado
nuestra historia reciente con el signo de la esperanza. En menos de
quince años tuvimos la oportunidad de ser visitados por dos Papas. El
primero fue el beato Juan Pablo II, tan cercano a nuestra Patria e
Iglesia, a las que guardaba de modo especial en su corazón y siempre
anheló visitar.
7. Juan Pablo II llegaba a Cuba en los momentos
todavía difíciles del llamado “período especial”, en medio de la
desesperanza ciudadana ante un futuro incierto y el creciente desencanto
por una propuesta ideológica que, en sus vertientes económicas y
sociales pareció ser la solución de todos los males, pero que empezaba a
ser cuestionada, en mayor o menor grado, por la población. A su vez, se
comenzaba a dar marcha atrás a las tímidas reformas socioeconómicas
iniciadas poco antes, por lo que muchos cubanos volvieron a buscar la
solución a su desesperanza en una emigración que los llevara a otras
tierras.
8. En medio de esta realidad, al iniciarse el año
1998, el Papa Juan Pablo II vino como “Mensajero de la Verdad y la
Esperanza” a confirmar a los católicos en la fe, a proponer la Verdad
inmutable de Jesucristo, a invitarnos a poner nuestra confianza en el
Dios que no defrauda, y sin el cual poco podemos hacer (cf. Jn.15,5) y a
exhortarnos a buscar entre todos, partiendo de nuestras raíces
cristianas, soluciones que hicieran despertar en los cubanos la
Esperanza.
9. La presencia frágil del Santo Padre, ya enfermo, y su
palabra enérgica se ganaron un espacio en el corazón de los cubanos. El
alma cubana y la Iglesia que está en Cuba no fueron las mismas después
de aquella memorable visita. Aquel vibrante llamado suyo: “No tengan
miedo de abrir sus corazones a Cristo, dejen que Él entre en sus vidas,
en sus familias, en la sociedad, para que así todo sea renovado"2,
estremeció el alma de los cubanos y, como efecto de su visita, no sólo
recuperamos el feriado de la Navidad, sino que muchos desempolvaron la
memoria religiosa por un tiempo adormecida o escondida y no pocos
descubrieron, y otros redescubrieron, la Verdad que no cambia, que no
viene de hombre alguno porque es de Dios y un buen número de cubanos
comenzó a sentir sed de lo realmente espiritual, la necesidad de
acercarse a la fe y a recibir los sacramentos de la Iglesia.
10. Y
como si Dios quisiera insistir en su amor por este pueblo, trece años
después nos visitó el hoy papa emérito Benedicto XVI. Un papa que
viajaba poco por motivos de edad hizo la opción de incluirnos en uno de
los últimos viajes de su pontificado. Esto no lo olvidamos los cubanos,
pues él quiso acompañarnos como “Peregrino de la Caridad” en el Año
Jubilar Mariano que celebramos en 2012. Como lo hemos hecho millones de
cubanos en cuatro siglos, Benedicto XVI se arrodilló como un hijo más
ante la imagen bendita de nuestra Madre de El Cobre y, como el buen
pastor que ama a sus ovejas, confió a María el futuro de nuestra Patria
"para que avance por caminos de renovación y esperanza, para el mayor
bien de todos los cubanos”3. A Ella presentó también "las necesidades de
los que sufren, de los que están privados de libertad, separados de sus
seres queridos ... de los jóvenes, de los descendientes de aquellos que
llegaron aquí desde África ... de los campesinos”4. Y nos prometió que
continuaría "rezando fervientemente" para que sigamos caminando hacia
adelante "y Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos, donde
convivan la justicia y la libertad, en un clima de serena fraternidad”5.
La palabra divina y humana de la Iglesia anima nuestra esperanza
11. Juan Pablo II y Benedicto XVI evidenciaron no sólo la dimensión
religiosa, sino también la dimensión humana y social de la misión
evangelizadora de la Iglesia. Ambos se refirieron a la realidad
espiritual y social de los cubanos en la hora presente y de cara al
futuro. La Iglesia de Cristo no puede quedarse encerrada en sí misma y
satisfecha con atender sólo a quienes la conforman. Juan Pablo II nos
había dicho: "El servicio al hombre es el camino de la Iglesia"6 y este
servicio al hombre lo brinda la Iglesia sin distinción de personas por
su religión, raza, edad, sexo, condición social o pensamiento político.
12. La Iglesia, pues, existe para hacer presente e inolvidable a
Jesucristo, anunciar su Evangelio y servir de este modo a la humanidad.
Juan Pablo II, en su discurso al llegar a Cuba, expresó su "convicción
profunda de que el mensaje del Evangelio conduce al amor, a la entrega,
al sacrificio y al perdón, de modo que si un pueblo recorre ese camino
es un pueblo con esperanza de un futuro mejor”7. Nos invitó a construir
ese futuro "guiados por la luz de la fe, con el vigor de la esperanza y
la generosidad del amor fraterno", para lograr así "un ambiente de mayor
libertad y pluralismo"8. De modo semejante Benedicto XVI hizo un
llamado a los cubanos “para que den nuevo vigor a su fe, para que vivan
de Cristo y para Cristo, y con las armas de la paz, el perdón y la
comprensión, luchen por construir una sociedad abierta y renovada, una
sociedad mejor, más digna del hombre, que refleje más la bondad de
Dios”9.
13. No hay otro modo de ser y hacer Iglesia, también aquí en
nuestra Patria, donde el Señor nos llama a consagrarnos a Él anunciando
el Evangelio y sirviéndolo en cada uno de nuestros hermanos. Es así
como, al observar la realidad que vivimos, al escuchar y sentir en
nosotros los anhelos, las esperanzas y las frustraciones de los hijos de
Dios en esta tierra, con la confianza puesta en el Señor y alentados
por el amor de Nuestra Madre de El Cobre, los obispos estamos
presentando a nuestros fieles y a todos los cubanos este mensaje.
El común destino de los bienes materiales y la libertad son fuentes de esperanza
14. Entre las diferentes opciones que se presentan en la búsqueda del
bien común la Iglesia opta por aquella que defiende y promueve la
libertad responsable del hombre. "Resulta conmovedor –en palabras del
papa Benedicto XVI– ver cómo Dios no sólo respeta la libertad humana,
sino que parece necesitarla"10. En efecto, la libertad es un don
precioso que Dios regala al ser humano, que ha sido creado varón y
hembra, a imagen y semejanza de Dios, "para ser fecundos y
multiplicarse, dominar los peces del mar, las aves del cielo y todos los
animales que se mueven en la tierra" (cfr. Gén. 1,27-¬28). Toda la
humanidad, y en ella nosotros cubanos, estamos llamados a disfrutar de
aquella libertad querida por Dios que permite al hombre obtener para sí y
su familia los frutos de un trabajo digno y participar de las
decisiones que le afectan en su futuro personal, familiar y social.
15. Sin embargo, no basta con eso, ya que el mismo relato de la Creación
nos habla del destino universal de los bienes. Dios quiere también que
el hombre viva responsablemente esa libertad. En la narración bíblica,
cargada de simbolismo, del asesinato de Abel a manos de su hermano Caín,
como consecuencia de celos y envidias de este último, el asesino se
esconde e intenta ocultarse de Dios que le pregunta por el crimen:
“¿Dónde está tu hermano?”, y Caín le da una respuesta falsa e
irresponsable: "No lo sé. ¿Acaso soy yo guardián de mi hermano?" (Gén.
4, 9). Esto nos enseña que la libertad del hombre tiene un límite, no
puede el ser humano buscar su propio bien olvidando o aun despreciando u
oprimiendo a su hermano. Por eso Jesús, quien entregó su vida por
nosotros, nos manda encarecidamente: "Ámense unos a otros como Yo los he
amado" (Jn. 15, 12).
16. Si nuestro modo de ver la vida está
realmente fundado en la fe cristiana o, sin tener esa fe, respetamos a
los demás y queremos crecer en humanidad, entonces “yo sí debo ser
responsable de mi hermano”. Tener en cuenta al otro, ayudándolo, ése es
uno de los límites esenciales de mi libertad. El "sálvese quien pueda" y
el "yo soy libre de hacer lo que quiero" no es la libertad de los hijos
de Dios. Sin embargo, el egoísmo humano puede expresarse de variadas
maneras, a veces aparentemente contradictorias. La estructuración y
organización de las sociedades y gobiernos, tanto ayer como hoy, pueden
generar grupos de poder que no siempre representan a todos y no se
interesan por aquellos que están fuera de su círculo de pertenencia.
Estos grupos anteponen sus intereses a los de sus semejantes, a quienes
llegan a ignorar, e incluso, aniquilar socialmente.
17. Lo dicho en
el párrafo anterior evidencia un egoísmo colectivo que será siempre un
crimen escandaloso ante Dios, quien sigue demandando una respuesta a los
egoísmos individuales y colectivos de hoy: "¿Qué has hecho? La voz de
la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra" (Gén. 4,10). Todos
debemos ser responsables los unos de los otros y compartir, aquí y
ahora, un espacio, un tiempo y un destino común. Nadie puede reclamar
libertad para sí y negarla a otros, o procurar el propio bien y
desinteresarse del ajeno. La libertad que Dios concibe para el hombre es
una libertad responsable por la vida y el destino de quienes están a
nuestro lado. Sí, ¡somos los guardianes de nuestros hermanos!
18. El
Gobierno, por otra parte, tiene la obligación de procurar el bien de
todos los ciudadanos y la mejor manera de lograrlo es teniendo en cuenta
los justos intereses de cada grupo humano o región que compone nuestra
sociedad. Un gobierno responsable del destino común de los ciudadanos
debe compartir también su responsabilidad de cuidar de todos con ellos
mismos. Así se evita el paternalismo estatal. Este es, también, el mejor
modo de evitar la inercia social que posibilita, en muchos, la
respuesta irresponsable de Caín: “no tengo nada que ver con mi hermano”.
19. El Estado participativo debe sustituir definitivamente al
estado paternalista. No se debe temer al desarrollo de una autonomía
social fuerte y responsable, potenciada desde la base y de acuerdo con
las normas de la convivencia civilizada, capaz de desarrollar un trabajo
fraterno, según los grupos de interés y las necesidades específicas que
unen y animan a diversos grupos humanos en la búsqueda de soluciones
propias, sin necesidad de esperar las respuestas y soluciones desde
arriba. Esto es lo que la Doctrina Social de la Iglesia llama principio
de subsidiaridad y es, en sí mismo, uno de los fundamentos de una
sociedad abierta y solidaria.
Los cambios alientan la esperanza de nuestro pueblo
20. Cuba ha cambiado en los últimos años. El presente no se parece a
los años pasados. Tampoco los cubanos de hoy somos iguales a los cubanos
de veinte o cuarenta años atrás. Es normal que así sea. Tomando como
parámetros algunos hechos históricos vemos que la carta pastoral de los
obispos de Cuba "El amor todo lo espera", publicada en 1993, contenía
varias solicitudes, de las cuales algunas de ellas ya se han alcanzado y
otras están aún pendientes. Una nueva generación de cubanos, nacida en
estas últimas décadas, tiene su propia interpretación de nuestra
realidad, con sus aspiraciones e intereses propios, diferentes de los
que tuvieron sus antecesores. Esta generación vive con el firme deseo de
que no sólo el presente sea mejor que el pasado, sino que el futuro sea
mejor que el presente.
21. Se ha abierto así una etapa de nuestra
historia que comienza a mostrar nuevas posibilidades cuando se ponen en
práctica en el país un conjunto de medidas que inciden en el entorno
económico, social y, hasta cierto punto, político. En las reformas
incipientes que se inician vemos ya un reflejo claro, aunque aún
incompleto, de demandas largamente anheladas por la población cubana.
Somos testigos de algunos cambios, por ejemplo: el retorno de las
escuelas secundarias e institutos preuniversitarios a las ciudades, que
acerca a los adolescentes y jóvenes a sus familias, la puesta en
libertad de presos por sus ideas políticas y otras causas, el usufructo
de tierras para el cultivo, la eliminación de ciertas medidas
restrictivas que atentaban contra la dignidad de los ciudadanos por ser
limitaciones impuestas a la libertad misma de los cubanos, como son las
prohibiciones de hospedarse en los hoteles, de crear una pequeña empresa
privada o familiar, vender y comprar propiedades o viajar al exterior,
etc.
22. Los obispos de Cuba queremos ver en todo esto, tal como
expresamos en la Carta Pastoral antes citada y cuyo vigésimo aniversario
estamos conmemorando, el inicio de un proceso de reformas siempre más
amplias en bien de la población y de las nuevas generaciones de cubanos.
Confiados en el Señor esperamos que estas reformas, al igual que otras
acciones que consideramos necesarias, lleguen ciertamente a alcanzarse,
pues experimentamos apremio en la ciudadanía con respecto a esas
aspiraciones, ya que en ello tienen puestas sus esperanzas muchos de
nuestros conciudadanos. La mejor herencia que podemos dejar a las
generaciones futuras es, precisamente, trabajar por lograr un presente
mejor.
23. La urgencia de estos cambios encuentra su fundamento en
una experiencia vivida desde las limitaciones, la escasez, la falta de
progreso personal o familiar de no pocos cubanos, quienes sienten que la
vida se acaba con el paso de los años sin poder concretar las
aspiraciones propias de todo ser humano y familia. Entre los más jóvenes
hay muchos que no vislumbran aún las condiciones para realizar su
proyecto de vida, sobre los cuales incide, con gran atracción, la
posibilidad de encontrarlo en otros países.
24. Es comprensible que
existan resistencias internas a cualquier cambio, y no es difícil
constatarlo porque los cambios siempre crean incertidumbre respecto al
futuro. Esta resistencia se debe también a una mentalidad, o modo de
pensar, sustentada en los factores ideológicos que estuvieron en su
origen y desarrollo, que se han prolongado en el tiempo sin tener en
cuenta que nuestra realidad ha evolucionado y, por ello, actualmente no
pocos advierten los aspectos que resultan obsoletos y no viables de esa
visión estática de la realidad.
Para que se afiance la esperanza debemos superar nuestra pobreza
25. En nuestro continuo andar por las comunidades parroquiales y casas
de misión se hace presente dolorosamente a nuestros ojos, como cubanos y
como pastores, la pobreza tan extendida todavía en nuestro país. Es la
pobreza material, producto de salarios que no alcanzan para sostener
dignamente a la familia, así como otras formas de pobreza que afectan a
las personas más vulnerables y desamparadas, aun cuando existe una
preocupación social por atender a quienes afrontan esta situación.
26. En Cuba, además, a este tipo de pobreza, debemos añadir la de
algunos grupos sociales que normalmente no deberían sufrirla, entre
otros, la pobreza material del ingeniero y del trabajador de la
cooperativa agrícola, del médico o la maestra, del deportista que da
gloria a su patria, o la del pescador cuyo trabajo ingresa divisas al
país.
27. Estos mismos hombres y mujeres que experimentan
limitaciones económicas son, con toda razón, por su nivel de instrucción
y deseos de mejorar su propia vida y la del país, los que más pueden
ayudar a eliminar la pobreza. A pesar de sus dificultades económicas
Cuba tiene una tradición histórica de recuperación y unos cimientos
científico-técnicos sobre los cuales pueden edificarse las reformas que
el país necesita.
28. Esto último, que se conoce como capital
humano, es altamente apreciado en el mundo moderno y ha estado, desde
tiempo atrás, en espera de una oportunidad para desarrollar y poner al
servicio propio y de la sociedad la incalculable potencialidad de los
conocimientos adquiridos en nuestras escuelas y universidades. Con la
falta de oportunidades y la emigración se ha perdido mucho y se sigue
perdiendo esa riqueza que está llamada a multiplicarse en Cuba. Todo
plan de reforma debe contar con esta riqueza humana que también ha
costado y cuesta recursos a la nación.
La realización personal es necesaria para la esperanza
29. Cualquier proyecto social debe abrir espacios para los proyectos de
vida personal y familiar de los ciudadanos y deben armonizarse
mutuamente. Al no haber correspondencia entre el proyecto social y el
personal se genera la frustración, y éste es uno de los factores que
potencian el deseo de emigrar, sobre todo, entre los jóvenes.
30. En
el “Amor todo lo espera” indicábamos que “más que medidas coyunturales
de emergencia, se hace imprescindible un proyecto económico de contornos
definidos, capaz de inspirar y movilizar las energías de todo el
pueblo”11. Las aspiraciones de superación personal deben ser alentadas
para lograr así una sociedad civil vigorosa que será siempre un bien
necesario para todo país que aspire a una sana prosperidad social y
económica, sostenida por sólidos pilares morales y espirituales. Sólo un
contexto humano personalizado puede presentar los valores y desarrollar
las virtudes que tanto reclama y necesita nuestra sociedad.
Las esperanzas de un futuro mejor incluyen también un nuevo orden político
31. Como ha venido ocurriendo en el aspecto económico, creemos
imprescindible en nuestra realidad cubana una actualización o puesta al
día de la legislación nacional en el orden político. Desde hace algún
tiempo han surgido incipientes espacios de debate y discusión en
diferentes instancias y ambientes, en ocasiones creados por los mismos
ciudadanos: intelectuales, jóvenes y otros que, desde la base, han
expresado de distintos modos su visión de los cambios necesarios en Cuba
con opiniones y propuestas serias y diversas.
32. Esto indica que
Cuba está llamada a ser una sociedad plural, siendo la suma de muchas
realidades cubanas o, en otras palabras, Cuba es la nación de todos los
cubanos, con sus diferencias y aspiraciones, aunque no siempre haya
sucedido así. Debe haber derecho a la diversidad con respecto al
pensamiento, a la creatividad, a la búsqueda de la verdad. De la
diversidad surge la necesidad del diálogo.
El diálogo entre cubanos abre un camino de esperanza
33. Así como los obispos lo hemos expresado en repetidas ocasiones a lo
largo de las últimas décadas, el diálogo entre los diversos grupos que
componen nuestra sociedad es el único camino para lograr y sostener las
transformaciones sociales que tienen lugar en Cuba, pues el diálogo
siempre es enriquecedor porque brinda posibilidades de aportar nuevas
ideas y soluciones a los problemas o conflictos que se afrontan.
34. Como lo ha indicado el Papa Francisco en su reciente visita a
Brasil: “Cuando los líderes de diferentes sectores me piden un consejo,
mi respuesta es siempre la misma: diálogo, diálogo, diálogo. El único
modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única
manera de que la vida de los pueblos avance es la cultura del encuentro,
una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y
todos pueden recibir algo bueno a cambio”12. En el pasado reciente, la
acción mediadora de la Iglesia, que condujo a la excarcelación de
decenas de presos, es signo de que es posible este camino en nuestra
patria, lo cual debería extenderse también a otros sectores y grupos de
la nación.
Cuba en el concierto de naciones: motivos de esperanza
35. En los últimos años también ha habido grandes transformaciones en
otras naciones, de modo particular en nuestra región latinoamericana. En
un mundo cada vez más globalizado e interdependiente, las necesarias
reformas internas, tanto políticas como económicas, pueden ayudar a
insertarnos de manera más dinámica y segura en el contexto
internacional. Cabe citar aquí las acertadas palabras del beato Juan
Pablo II, dichas minutos antes de concluir su viaje a nuestra patria:
"En nuestros días ninguna nación puede vivir sola. Por eso, el pueblo
cubano no puede verse privado de los vínculos con los otros pueblos, que
son necesarios para el desarrollo económico, social y cultural” 13.
36. Es de resaltar el cambio operado en la política exterior de nuestro
país orientada actualmente hacia América Latina, que nos es más cercana
y semejante. Sin embargo, estas relaciones no se limitan ni pueden
limitarse a la región latinoamericana. En este contexto de política
internacional se hace necesario considerar las relaciones de Cuba con
los Estados Unidos, que durante largas décadas, de diverso modo y de
manera constante y profunda, han afectado la vida de nuestro pueblo. A
esto se refirió el beato Juan Pablo II al decir que “el aislamiento
provocado repercute de manera indiscriminada en la población,
acrecentando las dificultades de los más débiles en aspectos básicos
como la alimentación, la sanidad o la educación”14. Y concluyó pidiendo
se suprimieran “las medidas impuestas desde fuera del país injustas y
éticamente inaceptables”.
37. En Estados Unidos reside un gran
número de cubanos y sus descendientes, que siguen considerándose cubanos
y aman a Cuba. La cercanía geográfica y los vínculos familiares entre
los dos pueblos son realidades insoslayables que deberían tenerse en
cuenta en orden a favorecer una política inclusiva, mediante el respeto a
las diferencias, que permita aliviar las tensiones y los sufrimientos
que padecen numerosas personas y familias, así como un intercambio
comercial justo y orientado al beneficio de todos. En este sentido
exhortamos, además, a que se fomenten nuevas iniciativas de diálogo que
permitan que el deseo expresado por el beato Juan Pablo II de que el
mundo se abriera a Cuba y Cuba se abriera al mundo se haga realidad.
La familia y los jóvenes, esperanza de la Patria y de la Iglesia
38. La familia como institución natural está llamada a ser “escuela de
humanidad” y trasmisora de los valores que enaltecen a la persona y la
capacitan para una sana y constructiva vida social. Al publicar “El Amor
todo lo espera” reconocíamos que en nuestro país “una de las pérdidas
más sensibles es la de los valores familiares. Al romperse la familia se
rompe lo más sagrado”15. Hoy, veinte años después, dicha constatación
no solo no ha mejorado sino que, con dolor hay que reconocer que la vida
familiar en Cuba se encuentra muy deteriorada con graves consecuencias
que repercuten en la vida de las personas y de la sociedad.
39. Es
significativo el llamado que han hecho las autoridades del país acerca
del creciente deterioro en las manifestaciones de conducta y en la
moralidad pública. Ante esto consideramos que no son suficientes las
medidas de exigencia y de disciplina, sino que se hace apremiante un
proceso educativo que favorezca, en todos los cubanos, el deseo de ser
buenos y la práctica de la virtud. A tal fin deben contribuir,
conjuntamente, la familia, la escuela, los medios de comunicación y las
instituciones religiosas teniendo a los niños y a los jóvenes como los
primeros destinatarios de una formación integral. La Iglesia católica,
fiel a su misión, y con su experiencia educativa, se siente comprometida
a continuar con mayor empeño en la siembra de valores personales,
familiares y sociales, y a cultivar la virtud.
40. Nos queremos
dirigir, ahora, a los jóvenes con las palabras siempre actuales del
Padre Félix Varela que en sí mismas inspiran un digno proyecto de
compromiso social: “No hay patria sin virtud ni virtud con impiedad”.
Ideal que explicitó el Papa Juan Pablo II al dirigirse a los jóvenes en
la Misa celebrada en Camagüey durante su inolvidable visita: "Queridos
jóvenes, sean creyentes o no, acojan el llamado a ser virtuosos... sean
fuertes por dentro, grandes de alma, ricos en los mejores sentimientos,
valientes en la verdad, audaces en la libertad, constantes en la
responsabilidad, generosos en el amor, invencibles en la esperanza....
No tengan miedo de abrir sus corazones a Cristo"16.
41. En
continuidad con estas enseñanzas, animamos a los jóvenes a que cuiden su
mente, su cuerpo y su corazón, aprendan a buscar siempre la verdad en
su vida, para que no vivan en la ilusión o en el vacío existencial, sino
edificados sobre el cimiento firme de la verdad. Sólo así se harán
dueños y responsables de su vida. "Ustedes son la dulce esperanza de la
Patria"17, llamados a construir no sólo la Cuba del futuro, sino la Cuba
actual.
42. Queridos jóvenes creyentes en Cristo: los exhortamos
vivamente a impregnar la sociedad, a partir de las enseñanzas de Jesús
–fundamento de la identidad propia de sus discípulos– las actitudes y
virtudes que todo joven de recto pensar y sentir debe asumir, que no es
otra cosa que vivir con radicalidad el amor, el servicio abnegado al
prójimo, con alegría y confianza en Dios. La Iglesia espera de ustedes
esa entusiasta respuesta juvenil que es necesaria hoy para cumplir el
mandato que Cristo nos renueva sin cesar de evangelizar a nuestro
pueblo, y que el Papa Francisco ha pedido con apremio en la recién
concluida Jornada Mundial de la Juventud: “Por favor, dejen que Dios y
su Palabra entren en su vida. Dejen entrar la simiente de la Palabra de
Dios, dejen que germine, dejen que crezca”18. “No tengan miedo. Cuando
vamos a anunciar a Cristo, es Él mismo el que va por delante y nos guía”
19.
La Virgen María: Madre de la Esperanza
43. Al despedirnos,
queridos hermanos y hermanas, pedimos a la Virgen de la Caridad,
Nuestra Madre de El Cobre, colme los anhelos de esperanza de todos los
cubanos. Y a los obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas y
fieles laicos, nos conceda el amor y el celo apostólico indispensables
para anunciar a Cristo a nuestros hermanos, porque sólo es posible
evangelizar sembrando en nuestra tierra la esperanza cristiana que se
apoya en la certeza de que Dios cumple siempre su promesa: "Yo estaré
con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). Esta
promesa de Jesús se cumple hoy y se cumplirá mañana. El viento que
impulsa la nave de la Iglesia es el soplo del Espíritu Santo, quien
también la protege, fortalece y santifica. Conducidos así por la gracia
de Dios, miramos al futuro con esperanza y “la esperanza no defrauda”
(Rom. 5,5).
Con sentimientos de fe, amor y esperanza impartimos a todos nuestra bendición,
La Habana, 8 de septiembre de 2013
+ Dionisio, Arzobispo de Santiago de Cuba, Presidente de la COCC
+ Cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana, Vice-Presidente de la COCC
+ Juan, Arzobispo de Camagüey
+ Emilio, Obispo de Holguín
+ Mario, Obispo de Ciego de Ávila
+ Arturo, Obispo de Santa Clara
+ Jorge, Obispo de Pinar del Río
+ Manuel Hilario, Obispo de Matanzas
+ Wilfredo, Obispo de Guantánamo-Baracoa
+ Álvaro, Obispo de Bayamo-Manzanillo
+ Domingo, Obispo de Cienfuegos
+ Alfredo, Obispo Auxiliar de La Habana
+ Juan de Dios, Obispo Auxiliar de La Habana, Secretario General de la COCC
Notas:
1 Carta Pastoral “El amor todo lo espera” (8 de septiembre de 1993), n. 2
2 Juan Pablo II, Visita pastoral a Cuba, Discurso en la ceremonia de bienvenida, n. 2
3 cf. Benedicto XVI, Palabras en la Basílica-Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad, El Cobre, 27 de marzo 2012.
4 cf. Ibidem
5 Benedicto XVI, Palabras pronunciadas el discurso de despedida en el aeropuerto de La Habana, 28 de marzo 2012.
6 Juan Pablo II, Visita pastoral a Cuba, Discurso en la ceremonia de bienvenida, n. 4
7 Juan Pablo II, Visita pastoral a Cuba, Discurso en la ceremonia de bienvenida, n. 4
8 Juan Pablo II, Visita pastoral a Cuba, Discurso en la ceremonia de despedida (La Habana, 25 de enero 1998), n. 5
9 Benedicto XVI, Discurso de bienvenida en el aeropuerto Antonio Maceo de Santiago de Cuba, el 26 de marzo de 2012.
10 Benedicto XVI, Homilía pronunciada en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, el 26 de marzo de 2012.
11 Carta Pastoral “El amor todo lo espera” (8 de septiembre de 1993), n. 35
12
13 Papa Francisco, Discurso a la clase dirigente de Brasil, 27 de julio de 2013
Juan Pablo II, Visita pastoral a Cuba, Discurso en ceremonia de despedida (La Habana, 25 de enero de 1998), n. 5
14 Juan Pablo II, Visita pastoral a Cuba, Discurso en la ceremonia de despedida (La Habana, 25 de enero 1998), n. 5
15 Carta Pastoral “El amor todo lo espera” (8 de septiembre de 1993), n. 40
16 Juan Pablo II, Visita pastoral a Cuba, Misa en Camagüey (23 de enero de 1998), n. 6
17 “Cartas a Elpidio”, Pbro. Félix Varela Morales
18 Papa Francisco, Misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud, Brasil, 28 de julio de 2013
19 Ib.