Agradecimiento del tiempo vivido en la Misión Marista en Holguin, Cuba.

 La misión marista en Holguin, ser presencia en el cotidiano 

Ahora en octubre, empezamos el mes de las misiones, donde se anima que cada cristiano pueda realizar el anuncio del proyecto de Jesucristo. Es un tiempo especial e intenso, pero para ser testigo del Señor, no hay hora, ni lugar. Ser misionero aquí en Cuba, es colocarse a servicio de los que luchan por la vida, acompañar las personas en su camino diario y también aquellos que buscan profundizar la respuesta al llamado y toman conciencia de que somos hijos e hijas de Dios Padre y Madre, co-responsables con la continuidad de la creación.


Acoger la chispa del Espíritu, para ser testigo en el habitual y en el extraordinario, especialmente junto a los niños y jóvenes, de modo sencillo, siendo capaz de crear vínculos, tocar la realidad, estar con las gentes, dejarse ayudar y colaborar con todos que se encuentran por el camino. 


Hacer misión es estar abierto a la humanidad del otro, comprender y valorar desde lo suyo, sin juzgar, compartir la vida, sin pretensiones y apuros, ser presencia que acoge, que cuida y ayudar que ellas hagan nuevas experiencias, para que, dentro de los tiempos personales, puedan ser capaces de ver el mundo y a realidad donde viven de modo más amplio.


El sueño de la Misión Marista en Holguín está siendo plasmado en colaboración con diversas manos. La diversidad es valiosa en ambientes complejos como este. Hay espacio para asomarse, no temas en extender tu mano.


Estoy con el corazón inmensamente agradecido por tanta generosidad de las personas dentro y fuera de la Iglesia. Especialmente por mis hermanos/as de Comunidad (Jong, Ricardo, Sylvia, Rosa y Luis). Todo el apoyo recibido de la Comunidad Hermana de Cienfuegos, de la Provincia Centro América, de la Región Arco Norte, de nuestros acompañantes y bienhechores, del obispo Emilio y de todos que nos ayudaron a aplatanarnos en ese suelo sagrado. 


Es un regalo disponer de ese tiempo compartido. Espacio de comunión de vida, de ejercitar la fraternidad, acercarse de cada niño, adolescente y joven, por medio de los proyectos, y percibir el crecimiento y desarrollo humano y espiritual. Es visible que con el tiempo, las diferencias iniciales se fueron atenuando y se fue quedando la cercanía de ser hermanos y hermanas. 


Ahora, teniendo adelante el desafío de despedirme, tantos rostros que se presentan, muchos de ellos anónimos, pero allí están. La mirada de ternura, las sonrisas, los abrazos… se eternizan… Llevo conmigo no solamente memorias, mas los encuentros concretos de vidas entregadas, son vínculos que permanecen mismo considerando las alejadas distancias que ahora se establecerán. 


Inmensamente feliz porque la Misión Marista en Holguín continua, con rostros de hermanos y de laicos/as y con personas que hacen el camino y comparten el proceso de vinculación al carisma.


Mi misión continua, ahora en una nueva realidad. Voy con el corazón abierto y las manos extendidas.