ERNESTO DORCA CARBAÑÓ, f. 23-08-1996, Quito, Ecuador
El mismo Hermano Ernesto Dorca narró su historia:
“Mi nombre es Ernesto Dorca Carbañó. Mi padre Francisco Dorca Carreras trabajaba como mecánico y mi madre Mercedes se dedicaba a los quehaceres domésticos. Yo fui el cuarto hijo de los seis que tuvieron. Nací en agosto de 1921 en un pueblo de la Provincia de Gerona (España) llamado Pontós, en donde los Hermanos Maristas dirigían una escuela de enseñanza primaria y además tenían el noviciado.
Yo no asistí a esa escuela como lo hicieron mis hermanos, porque desde pequeño, mi madrina me llevó con ella y en su compañía pasé los primeros años de mi niñez. Mi primer contacto con los Hermanos Maristas, fue a través de mi padre, ya que por su trabajo tenía mucha relación con ellos. Gracias a eso, cuando tenía doce años, manisfesté a mis padres que me atraía la vida de los Hermanos e ingresé al juniorado de Espirá de l’Agly el 8 de septiembre de 1937.
Tomé el Hábito el 2 de agosto de 1938 con el nombre de HERMANO ADOLFO MARIA e hice mis primeros votos en 1939 en plena segunda guerra mundial. Al año siguiente me destinaron a Cuba adonde llegué en los primeros días de agosto de 1940. Mi primer destino fue Caibarién, en donde permanecí solamente un mes, ya que en esos días falleció en Camagüey el H. Guadalupe León y tuve que ir a remplazarlo. Allí permanecí tres años el primero de los cuales me fue muy difícil, los otros ya no.
De Camagüey pasé a Santa Clara en donde estuve un año, trasladado luego a Caibarién por siete años, de los que guardo grato recuerdo, ya que la enseñanza me era muy grata y con gusto le dedicaba todas mis energías. Pasé luego al Colegio de La Víbora en La Habana en donde además de las clases de ingreso, inicié y terminé mis estudios de Pedagogía en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva.
Luego de dos años en La Habana, me nombraron Director del Colegio de Ciego de Avila en 1955. Mi labor en ese Colegio, me llena de satisfacción, pues creo que fue positiva. Suprimí las clases de Comercio y establecí las de Bachillerato. Cuando empecé había unos 350 alumnos y en los seis años se acercaron a los 700. Tuve siempre el apoyo sincero e incondicional de la Asociación de Exalumnos y de los Padres de Familia. Para dar cabida al gran número de alumnos, hicimos dos aulas y un laboratorio de Física y Química. Parte de la capilla fue dedicada a otra aula y conservamos la parte menor para oratorio. Se adecuó un museo de Ciencias Naturales.
Llegó la infausta revolución y con ella el éxodo.
De Cuba salí para España. Estuve un año en el Colegio de Mataró y luego en Palencia. En 1964 regresé a América, al Ecuador. Empecé a trabajar en el Colegio Fisco Misional de Catacocha por espacio de tres años. Se llama Fisco porque es subvencionado por el Gobierno y Misional por la labor que lleva a cabo en la frontera sur del país.
De allí pasé por poco tiempo a la Academia Militar Ecuador de Quito y a los pocos meses me nombraron Director de la Escuela América de Quevedo en donde conseguí terreno para el Bachillerato. Solamente estuve tres años. Luego pasé al Colegio de Pasaje por cinco años y de allí al Colegio Fisco Misional de Mascara, en la frontera con Perú por seis años, regresando de nuevo a Pasaje y de allí a Quito por pocos meses, ya que tuve que bajar a Santo Domingo de los Colorados en donde estoy desde hace tres años”. Hasta aquí llega el escrito del H. Ernesto Dorca. Era un Hermano muy trabajador y abnegado, marista de corazón, religioso observante, responsable y piadoso.
En julio de 1995 se le detectó un cáncer de colon con metástasis al hígado. Consciente de su enfermedad, vivió su último año con una disponibilidad plena de aceptación de la voluntad de Dios sobre su vida. Su devoción a María se fortaleció a través del rezo del rosario como era su costumbre.
“Consideramos, dice el H. Provincial, como un regalo de Dios el haber estado cercanos experimentando la paz y serenidad del H. Ernesto, que respondió a la fidelidad de Dios con la entrega total de su vida”. Falleció en Quito, el 23 de agosto de 1996 a la edad de 75 años y 57 de profesión religiosa.
Fuente: H. Miguel A. Quesada